lunes, 8 de noviembre de 2010

El monstruo mal configurado (Visión general)


  Hoy, amigos, volvemos a hablar un poco de música, la más elevada de las artes para Schopenhauer, la más tramposa para James Joyce (aunque nunca dejara de ser un gran melómano). Continuando con lo prometido nos toca hablar de la Segunda Sinfonía en Re Mayor opus 36 de Ludwig van Beethoven. Una nueva sinfonía de su época clásica (como la definen los críticos) pero en la que de nuevo veremos como el compositor actúa de puente entre dos épocas y dos estilos musicales totalmente diferentes (clasicismo y romanticismo) revolucionando así la forma de entender la música que tenemos hoy en día, que por algo alguien merece estar en el Olimpo de los más grandes compositores de la historia de la humanidad.

  De nuevo debería explicaros un poco a que viene el título de esta serie de artículos dedicados a esta sinfonía. Una vez más he decidido hacer caso a la crítica de la época a la hora de seleccionar unas palabras para encabezar estos documentos (pero no les hago mucho caso para nada más, que conste en acta). Y es que, de nuevo, la segunda sinfonía recibió críticas pésimas en su época. En concreto uno de estos preclaros y visionarios críticos (sobreentiéndase el sarcasmo) dijo de esta sinfonía que era “un monstruo mal configurado, un dragón herido que se debate indomable y no quiere morir, y aún desangrándose (en el final) golpea en vano alrededor suyo con su cola agitada.” Menos mal que Beethoven aún tenía algunos amigos que le apoyaban en esta época si no, con críticas como esta, es poco probable que su obra hubiera llegado a día de hoy (más que nada porque el pobre hombre se hubiera suicidado, como veremos más adelante).

  La Segunda Sinfonía en Re Mayor opus 36 la estrenó el gran Ludwig el 5 de Abril de 1803 en un concierto en el Theater an der Wien donde también se interpretaron su Tercer Concierto para piano y el oratorio “Cristo en el Monte de los Olivos”. El genio de Bonn contaba con 32 años y ese concierto en principio pasó bastante desapercibido para los vieneses de la época.


Beethoven en la época del estreno de la segunda sinfonía.

  Como viene siendo habitual en Beethoven la obra fue compuesta bastante antes de su estreno. De hecho se supone que la escribió en el 1802 durante su estancia en un pueblecito llamado Heiligenstadt. Si alguno de vosotros conocéis un poco la vida del autor, es más que seguro que el nombre de ese pueblo os suena. Y es que su corta estancia en el mismo fue fundamental para entender su vida, obra y milagros. Es por ello que incidiré un poco en este tema, porque como sabéis, desde mi punto de vista no se puede entender la obra de un artista sin conocer las circunstancias que le han llevado a ella.

  El año anterior a su estancia en Heiligenstadt Beethoven había comenzado a dar clases de música en casa de unos nobles vieneses y allí tenía como alumna a una jovencita llamada Giulietta Guicciardi (que apenas contaba con 17 años). Ludwig, inevitablemente, comenzó a desarrollar una atracción amorosa hacia la chiquilla. Por desgracia la joven tenía otro pretendiente: el conde Robert von Gallenberg, de una edad similar a la pretendida y compositor musical, para más inri.

  He aquí el caso: un pobre profesor de música que ronda la treintena intenta seducir a su noble alumna adolescente que está prometido con otro noble compositor de la misma edad que la muchacha. Escándalo al canto. Y en nuestras mentes actuales aún lo parece más (no por el tema de la nobleza, claro está, sino por la diferencia de edad). Pero si observamos todos los testimonios que han quedado de esta relación veremos como la noble Giulietta no es más que eso, una noble adolescente arquetípica, una niña pija, vamos, que intenta aprovecharse todo lo que puede del amor que su efebófilo profesor de música siente por ella.

  La chica, en testimonios que han quedado a posteriori, desprecia profundamente a Beethoven llegando a prohibir a sus futuros hijos mencionar su nombre alegando que sólo había sido un simple profesor de música. Por cierto que Beethoven no debía ser muy buen profesor porque la chiquilla creía que su futuro marido (el susodicho conde) era mucho mejor compositor que Ludwig (¿Alguien ha escuchado alguna obra suya? Yo no).

  Sin embargo, a pesar de este desprecio que podría parecer normal, existen ciertas incongruencias que demuestran que realmente la bella y noble Giulietta no mantenía esta misma actitud cuando estaba en privado con el celebre compositor. En concreto Beethoven dirá sobre su relación con ella a posteriori “Yo era bien amado por ella, y más que nunca su esposo. […] Ella me buscaba llorando...” Pero claro, estamos hablando de las dos partes interesadas en el conflicto, por lo que es difícil hacerse una idea objetiva de como era esta relación a dos bandas de la pequeña Giulietta.

  La cosa cambia cuando se comprueban testimonios y datos reales sobre la vida de Beethoven en esta época. Es ahí cuando queda claro, al menos en opinión de la mayoría de biógrafos del genio de Bonn, que la noble Giulietta jugaba a dos bandas insuflando ínfulas amatorias en el alma de Ludwig en sus encuentros privados y despreciándole en público. La cosa empeora además cuando se ve cual era el motivo de esta doble moral (aparte del juego adolescente) Y es que la chiquilla logró hacer que Beethoven invirtiera en ella el poco dinero que ganaba conduciendo al compositor a la bancarrota, momento en el cual ella aprovechó para casarse con su rico pretendiente.

  Tras esta cruda experiencia amorosa Beethoven se encuentra destrozado anímicamente y arruinado en el plano económico (como vemos las críticas a sus obras tampoco acompañaban, la verdad). Así que decide tomarse una temporada de retiro de la vida vienesa y los juegos de la nobleza en la villa de Heiligenstadt. Y es precisamente durante su estancia allí donde sucede el mayor cambio en la vida del aún joven Beethoven, cambio que viene reflejado en un documento excepcional que conocemos como “Testamento de Heiligenstadt” que ha llegado completo a la actualidad.

  Pero, ¿por qué iba un hombre a escribir su testamento recién comenzada la treintena? No cabe duda alguna de que el genio de Bonn pretendía suicidarse en ese pueblo. El testamento de hecho es una carta de suicidio dirigida hacia sus hermanos que nunca llegó a enviar y que fue encontrada entre sus pertrechos cuando falleció. El atormentado Beethoven a última hora decidió no atentar contra su propia vida, y debemos estar todos agradecidos por eso, porque creedme que si lo hubiera hecho la música tal y como la conocemos hoy en día no existiría, sería algo totalmente distinto.

  Todo el Testamento de Heiligenstadt (que podéis encontrar aquí) es un desgarrador documento sobre los problemas del genio con su sordera creciente (es que además del desengaño amoroso, la ruina económica y la incomprensión de sus obras esta enfermedad se viene a cebar en él de forma terrible en esta época). Sólo me gustaría resaltar unas frases que demuestran el motivo por el que el hombre decide seguir con vida: “solo el arte me sostuvo, ah, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir, y entonces soporté esta existencia miserable”. Y es que es la confianza en su propio genio lo que salva la vida de Beethoven en esta ocasión.

Y este es precisamente uno de los grandes temas en la vida y la obra de Beethoven: el hombre cuyo destino es aciago, pero que se enfrenta a él con sus limitados medios logrando salir victorioso. Es también a mi entender el tema de esta segunda sinfonía, este monstruo mal configurado (como más tarde lo será de la quinta). Beethoven se enfrenta a su destino miserable con la única ayuda de su genio y sale victorioso, y así regresa poco después a Viena con su segunda sinfonía bajo el brazo (entre otras obras) y las ideas iniciales de lo que será una de las obras más innovadoras y complejas de toda la música, su Sinfonía Eroica de la que hablaremos más adelante. Por ahora, adentrémonos en este dragón herido que es la Segunda Sinfonía en Re Mayor opus 36 de Ludwig van Beethoven.