martes, 17 de noviembre de 2009

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo IV)

     Hasta ahora habíamos leído sobre Stephen Dedalus, joven poeta que lucha por labrarse un futuro en el Dublín de principios del siglo XX. Pero ahora, de golpe, un pequeño salto en el tiempo y vuelta a empezar. En el capítulo cuatro nos volvemos a situar de nuevo a las 8 de la mañana del jueves 16 de Junio de 1904 y nos situamos claramente en un escenario nuevo, una casa de clase media de Eccles Street, el número siete concretamente (Joyce toma prestada esta dirección del lugar de residencia de un amigo suyo). Y allí conoceremos a un nuevo personaje: el Señor Bloom. Veamos que es lo primero que se nos dice en la novela sobre él:



Una réplica de la puerta original del número 7 de Eccles Street, casa del matrimonio Bloom.

      “A Mr. Leopold Bloom le gustaba saborear los órganos internos de reses y aves. Le gustaba la sopa de menudillos espesa, las mollejas que saben a nuez, el corazón asado relleno, los filetes de hígado empanados, las huevas de bacalao fritas. Lo que más le gustaba eran los riñones de cordero a la plancha que le proporcionaban al paladar un delicado gustillo a orina tenuemente aromatizada.”


       Así pues, lo primero que conocemos de él son sus gustos alimenticios (bastante curiosos por cierto, tratándose de un judío converso). Esto no es casual. De Stephen hasta ahora conocíamos sus inclinaciones filosóficas y su lenguaje elaboradísimo (especialmente desde el capítulo anterior). Pero a Bloom se nos lo presenta con algo totalmente mundano y un lenguaje normal y corriente. Este contraste entre los dos protagonistas es fundamental a lo largo de la obra, son dos personas de mundos totalmente distintos (el uno académico católico, el otro comercial judío) que sin embargo, por azares del destino acabarán encontrándose. El mundo es pañuelo, y no sólo ahora, en la época de Internet, lo fue siempre.


       Antes de seguir con el análisis, os dejo como siempre con el esquema del propio Joyce:


     Título: Calipso.

     Hora: 8-9

     Color: Anaranjado.

     Personas: Calipso, Penélope (esposa), Ulises, Calídiques.

     Técnica: Diálogo de 2 personas, soliloquio.

     Ciencia, arte: Mitología.

     Sentido: El viajero que parte.

     Órgano: Riñones.

     Símbolo: Vagina, destierro, ninfa, Israel en esclavitud.


       Os llamará la atención que, en comparación con capítulos anteriores Joyce incluye aquí un nuevo simbolismo que mantendrá en el resto del libro: las analogías con órganos del cuerpo humano. Según el autor en los capítulos precedentes “Telémaco no soporta todavía el cuerpo”, sea lo que sea que esto quiere decir. Pero sí que hay un par de diferencias obvias y lógicas por las que se produce este cambio:


       En primer lugar lo que hemos leído hasta ahora constituye la primera parte del libro, mientras que ahora nos adentramos en la segunda. Esta primera parte bien podía haber sido el final del “Retrato de un Artista Adolescente tanto por su protagonista (Stephen) como por el estilo en el que está escrito, un estilo juvenil pero fuertemente joyceano. Ahora todo eso cambia, un nuevo protagonista exige también un lenguaje nuevo. Es sólo ahora, cuando nos introducimos realmente en el “Ulises”.


       Por otro lado Stephen y Bloom son personajes muy distintos, y no sólo por la edad. Stephen es un artista con tendencia a filosofar mientras que Bloom es un simple comercial que vive la vida con una practicidad absoluta. Mientras Stephen se pierde en reflexiones filosóficas casi todas las reflexiones de Bloom están ligadas a aspectos de la vida cotidiana, sin reflexionar en las altas esferas. Bloom es (en el fondo) un materialista, y como tal, acepta su cuerpo como lo que es. Es por ello que se hace necesario incluir esta nueva categoría en el esquema.


       En los años de aventuras de Ulises que transcurren en la “Odisea” tiene lugar un romance entre él mismo y una ninfa llamada Calipso. Finalmente cuando Ulises llega a casa y se reúne con su mujer (Penélope) se guarda bien de no contarle esto, se lo oculta. Por otro lado, la palabra “Calipso” significa en griego ocultar y velo. Bloom le oculta muchas cosas a su mujer, pero no solo eso, lo más grave es que se las oculta a sí mismo. Cualquier cosa que le provoque dolor es ignorada sistemáticamente en el pensamiento de Leopold Bloom, hasta puntos casi patológicos. Un gran ejemplo lo podemos ver cuando al llegar a casa tras comprar un riñón para desayunar, recoge el correo. Entonces se nos cuenta:


     “Dos cartas y una tarjeta yacían en el suelo del recibidor. Se agachó a recogerlas. Mrs. Marion Bloom. Su acelerado corazón redujo el ritmo al punto. Trazo firme. Mrs. Marion.”


       Más adelante cuando su esposa le pregunta nos enteramos de que una de las cartas es para él, de su hija Milly (una jovencita de quince años que actualmente no vive con ellos por motivos laborales) y la tarjeta es para su mujer.Al igual que la segunda carta, que su esposa oculta bajo la almohada. ¿Qué esta pasando aquí? ¿Por qué a Leopold se le acelera el pulso al ver esa carta y su mujer la oculta? Bloom ni siquiera lo piensa en ningún momento, se engaña a sí mismo a pesar de que sabe perfectamente lo que significa. Y es que después descubrimos que esta carta fue enviada por Boylan (cantante y compañero de su mujer, no sólo en los escenarios), Boylan, un nombre que resulta terrible para el bueno de Leopold, pero no es hasta mucho más adelante cuando, en nuestra primera lectura, descubrimos el por qué;  cobrando así su pleno significado todo este ocultamiento.


       No sólo se oculta esto nuestro héroe sino también muchas más cosas que sólo iremos descubriendo con el tiempo. Por ejemplo, en este capítulo Bloom piensa en esto al ver el cuadro de una ninfa desnuda que hay sobre la cama: “No muy distinta a ella con el pelo suelto: más delgada. Tres con seis di por el marco. Ella dijo que estaría bien encima de la cama...” Bien, lo que piensa es directamente mentira. En el capítulo 15 descubriremos que fue el propio Leopold el que, por un interés puramente sexual, insistió en situar el cuadro en ese lugar.


       Y es que el Señor Bloom tiene un grave problema sexual. Si no me equivoco ya he comentado en algún artículo anterior que no folla con su mujer desde que murió su primer hijo. En este capítulo descubrimos que eso sucedió hace once años. Y teniendo en cuenta que Leopold nunca le fue infiel a su mujer (al menos no físicamente hablando con un ser humano, sí, habéis leído bien, escabroso, ¿verdad?) es normal que el pobre esté un poco traumatizado. ¡Once años sin follar son demasiados para cualquiera! (Por cierto, según las malas lenguas esto también lo sacó Joyce se su propia biografía. Y sí, Joyce acabó alcohólico perdido). Esto le lleva a que guarde un fuerte resentimiento hacia su mujer, aunque en ningún momento lo demuestra con sus actos (incluso le lleva el desayuno a la cama) sino con sus pensamientos. Constantemente Bloom la critica mentalmente (con cosas como que está ahora más gorda que antes) y la desprecia de forma comedida. A pesar de ello se sigue notando el amor que profesa por ella, es lo que tiene la dualidad del ser humano, y que se refleja a la perfección en esta novela.


       La mujer de Leopold, Mrs. Marion Bloom es cantante profesional y lo largo de la novela se hablará en varias ocasiones de una gira de conciertos que hará con el tenor Boylan. No es casualidad que uno de los temas que interpretarán en esta gira (tal y como se nos cuenta en este capítulo) sea el dueto “Là ci darem la mano de la gran ópera “Don Giovanni” de Wolfgang Amadeus Mozart. En este dueto el protagonista de la ópera (Don Giovanni o Don Juan para los castellano-parlantes) acaba de quedarse a solas con una campesina llamada Zerlina el día en que esta se va a casar con su prometido Masseto. Para lograr acostarse con ella Don Giovanni la trata de convencer de que no es una mala persona y que una mujer tan bella como ella sólo puede estar casada con un noble y no con un vulgar campesino. Básicamente le pide en matrimonio sólo para poder tirársela, ¡que buen pavo este Don Giovanni! (Por cierto, tengo pensado hacer más adelante una serie de artículos también sobre esta ópera). Ahí es cuando comienza el dueto con la melodía de Don Giovanni “Là ci darem la mano” (Allí nos daremos la mano). Ante lo cual a Zerlina le asaltan dudas y contesta “vorrei e non vorrei” (Querré y no querré). Finalmente Zerlina es seducida por los encantos de su apuesto pretendiente y engaña a su marido (lo que desemboca en el esperado cabreo del mismo y en las ganas que tiene de asesinar a Don Giovanni, pero eso es otra historia). Como veis no es casual que Joyce haya elegido mencionar este dueto.


     El dueto se convierte así en uno de los leitmotivs más poderosos del “Ulises”. Pero sufre una pequeña modificación. Bloom no es tan culto como Stephen y no tiene tan buena memoria (tampoco sabe italiano como descubriremos mucho más adelante), por lo que se confunde y él cree que lo que Zerlina contesta es “Voglio e non vorrei”. Bajo esta forma pasa a formar parte este leitmotiv de la estructura de la obra. Esta equivocación es algo que se repite en muchísimas referencias que saturan la novela, por lo que plantearos que cuando os encontréis con una referencia, probablemente haya sido modificada con motivos burlescos.


       No es este el único leitmotiv importante de la obra. Otro lo podemos hallar en un anuncio de periódico que ojea Bloom mientras espera a ser atendido en la tienda. Es una anuncio sobre la compra de terrenos en Palestina a cargo de una empresa hebrea llamada “Agendath Netaim”. Este leitmotiv se repite constantemente y casi sin sentido a lo largo de la obra a medida que lo que le sucede al protagonista le recuerda a frases sueltas del anuncio hasta llegar al paródico clímax de exaltación de la empresa colonizadora en el demoníaco capítulo 15 (creo que ya he mencionado este capítulo varias veces, pero es que, como veremos es un momento, es el auténtico génesis y cúlmen de toda la novela).


       El capitulo acaba cuando a Leopold, tras desayunar su riñón medio quemado, le entran ganas de evacuar y va a la letrina situada en el jardín para proceder a ello mientras relee un viejo periódico. Este es uno de los momentos que muchos lectores encuentran desagradable en la obra por lo escatológico del mismo, pero la deposición de excrementos también forma parte de la vida humana, por lo que debe ser reseñada en esta inmensa novela. Como muestra ,el siguiente párrafo:


       “Plácidamente leyó, conteniéndose, la primera columna y, cediendo pero resistiéndose, comenzó la segunda. A la mitad, cediendo su última resistencia, permitió que el vientre se vaciara plácidamente mientras leía, leyendo aún pacientemente el ligero estreñimiento de ayer completamente desaparecido. Espero no sea demasiado grande vuelvan de nuevo las hemorroides. No, lo justo. Así pues. ¡Ay! Estreñido. Una tableta de cáscara sagrada. La vida podría ser así. No le afectaba ni le emocionaba pero era algo ligero y bien cuidado. Publican cualquier cosa ahora. Qué estación más tonta. Siguió leyendo, sentado calmoso sobre su propio tufo ascendente. Bien cuidado ciertamente. Matcham piensa a menudo en el golpe magistral por el que sedujo a la bruja hilarante que ahora. Empieza y termina moralmente. De las manos. Astuto. Echó un vistazo atrás a lo que ya había leído y, mientras sentía fluir su orina quedamente, envidió amablemente a Mr. Beaufoy que había escrito aquello y recibido en pago tres libras, trece con seis.”


       La personalidad de Bloom se define perfectamente en este fragmento extraído de su momento más íntimo. En el texto se mezclan frases del narrador junto con reflexiones del propio Bloom y frases extraídas del relato corto que lee en el periódico. Su reflexión final es netamente materialista al pensar en el dinero pagado al escritor por su publicación. Nunca el hecho de defecar había sido tratado de forma tan literario, ¿verdad?


       Por último acaba con lo que está haciendo mientras de fondo suenan las campanadas de una iglesia. Eso le hace pensar a nuestro héroe en su amigo Dignam, recientemente fallecido y a cuyo funeral debe asistir hoy (cosa que sucederá en el capítulo 6). Un curioso juego de palabras entre el sonido de las campanadas (“¡Dingdón!”) y el nombre del fallecido. Juegos como este también son una tónica distintiva de la novela.


       Y por fin acabamos este capítulo, en el cual hemos conocido al auténtico héroe de la novela, el Señor Leopold Bloom, el Ulises del Dublín del siglo XX. En el próximo episodio seguiremos con las andanzas de este individuo tan sumamente peculiar.

1 comentario:

  1. Buen comentario. Uno se alegra de encontrar gente inteligente en estos días. Esta novela ha sido determinante en el siglo XX y nunca dejará de ser comentada y analizada dada la riqueza inconmensurable de su contenido y la complejidad erudita de muchas de sus partes. Imprescindible para cualquier amante de la Literatura, y para cualquier escritor que se precie de tal.

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